1.15.2013

"Y Teseo penetró en el laberinto, el laberinto de la vida"

El hilo de Ariadna. Lectores navegantes

18  de octubre de 2012 – 17 de marzo de 2013

 Casa del Lector

Matadero: Madrid



Un viaje por los saberes de la humanidad a través de la lectura. El laberinto como metáfora de la vida por el que transitamos,  y el hilo de Ariadna como metáfora de la lectura, la que nos acompaña y ayuda a comprender los enigmas que esconde nuestra existencia. A todo ello se refiere la presente exposición, comisariada por Francisco Jarauta, la cual se dirige a esos “lectores navegantes” que se citan en el subtítulo y que aluden a un nuevo lector, navegante por otros mundos como el virtual, que abandona su pasividad para ir hilando su propio camino.

El comisario ha sabido escoger obras de distintos artistas, cineastas, escritores, científicos y filósofos, que a lo largo de la historia han ido construyendo e interpretando de forma diversa la figura del laberinto. Desde el mito, pasando por la naturaleza, el lenguaje, los mapas, la ciencia, literatura… hasta llegar a las redes de comunicación actuales y el ciberespacio. Nunca sin perder el hilo que nos guía en nuestro viaje, la temática de la exposición: la lectura.

Así, en la primera sala encontramos obras que abordan la cuestión del laberinto a través del mito, como las del artista de Jaume Plensa, que están constituidas por letras y palabras y hacen referencia  al héroe antes de entrar al laberinto (Overflow VI)  o a la figura mitológica de Érebo, que representa la incertidumbre del héroe (Shadows). Sigue  un fragmento de la película La Mirada de Ulises de Angelopoulos, donde el viaje de Ulises se convierte en metáfora de la lectura una vez más. Un viaje, recorriendo el laberinto, que nos arrastra a descubrir nuevas vías de conocimiento.

Al continuar el recorrido nos encontramos con la interpretación del laberinto a través de la cartografía o el espacio urbano con dos obras fundamentales: la Nueva Babilonia de Constant, una ciudad utópica no funcionalista, sino laberíntica, con infinitos centros donde encontrar nuevos caminos, y el Laberinto de Pontevedra de Robert Morris que se inserta en el lugar donde aproximadamente se encontraba el antiguo laberinto de Mogor.

Asimismo, hay artistas que juegan con las formas laberínticas de la naturaleza. Este es el caso de Robert Smithson que a través de sus espirales nos habla de lo infinito y de la multitud de centros que puede llegar a tener  la naturaleza. Por su parte, Rosó Cusó presenta sus esculturas de papel y luces con forma de rosetones que parecen organismos naturales.

En estas salas también hallamos a artistas que establecen un diálogo con el lenguaje y hacen referencia a su complejidad  y desciframiento. Adolph Gottlieb, artista abstracto de los años 50, nos muestra una “pintura vocabulario” compuesta de formas laberínticas, buscando la emoción del espectador. Gema Álava y Josué Moreno con su obra Tell me a secret dialogan con el espectador utilizando el lenguaje y el sonido. Imogen Stidworthy también hace uso del sonido, en este caso de las voces de veteranos de guerra que lucharon en las Malvinas, Irak y Bosnia. Charles Sandison nos ofrece una instalación con una video proyección que invade todo el espacio arquitectónico de la sala y está constituida por más de 44 millones de palabras que se mueven como si pájaros se tratasen, las cuales aparecen en la XI edición de la Encyclopedia Britannica que tuvo el intento de recuperar todo el saber mundial. El espectador se hace partícipe de esta obra, pero tardaría al menos 30 años en poder ver todas las palabras, hecho que nos habla de lo inagotable y complejo que es el lenguaje.

Desde la perspectiva científica y filosófica nos encontramos los estudios de dos personajes ilustres de la historia española: Santiago Ramón y Cajal y Ramón Llull. Del primero aparecen los dibujos que realizó sobre el sistema nervioso del cerebro humano que nos recuerda al entramado de caminos de un laberinto. Del segundo  se exponen sus sistemas combinatorios mecánicos que pretendían dar respuesta a principios universales.

No falta, además, la alusión a la literatura con fragmentos de escritos de Borges, que nos presenta al Minotauro del laberinto como nuestro propio yo y con la imagen de la Rayuela de Julio Cortázar, cuya forma de lectura es ya laberíntica.

Llegamos al nuevo laberinto de la humanidad: el ciberespacio, a través de dos artistas pioneros del net art. Uno de ellos es Antoni Muntadas, que con su obra The file room nos habla de la censura cultural que existe en Internet.  Daniel García Andújar, por otro lado, recopila en un ordenador miles de documentos descargados de Internet, acercándose a una librería digital, donde el usuario puede consultar, copiar o modificar el contenido. Con estas obras nos damos cuenta del caos informativo que existe en la red, un archivo infinito sin ningún orden, como un laberinto. Pero también nos hablan de ese nuevo lector al que va destinada toda la exposición y al que Jarauta solo le pide ética.  Un lector activo, que puede elegir su propio camino hacia el conocimiento.

Sin duda, una exposición completamente acorde con su lugar, que da sentido al mismo y que invita al visitante a participar y  a leer de forma distinta. Un montaje notable en cuanto a la elección de los artistas y sus obras, abarcando un mismo tema pero con diferentes medios: pintura, escultura, instalaciones, vídeos, escritos…, que hacen del recorrido un pasatiempo intelectual.  De este modo, al haber explorado el laberinto y como en el viaje de Ulises  o después de una buena lectura, volvemos de esta exposición ganando una experiencia. La experiencia del saber. 

Desirée Martínez




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