Casa del Lector, Matadero (Madrid)
18 de octubre de 2012- 17 de marzo de 2013
No duermas más, parece haber querido decir Francisco Jarauta al
materializar “El hilo de Ariadna”. O quizás: duerme en otra dimensión. Nada parece más apropiado al discurso del
espacio La Casa del Lector, en el recinto de Matadero, que la configuración de
una exposición que aúna lo poético, lo literario, la producción visual y el
mito, a medio camino entre hermético y permeable, de la cultura entendida como
laberinto del conocimiento.
Una idea tan amplia permite la proyección un concepto simbólico de evolución cultural en la que el individuo se configura como protagonista de una doble historia: la social y la personal. El reto es evidente: aquel que se adentra en el laberinto debe reconocer los códigos y descodificar la realidad para encontrar una salida, una respuesta al planteamiento metafórico de toda la exposición. Entrar lector y salir sorprendido, obnubilado. Y, ¿por qué no? También convencido. El alto poso filosófico, con la trayectoria de Jarauta, no podría pasar desapercibido, pero, eso sí, haciéndose asequible a todos los públicos: el alto despliegue de recursos informativos permite disfrutar un culto recorrido que abarca desde el palacio de Cnossos, fabulado por creencia popular como el mítico laberinto, la ciencia especulativa de Lull o la rigurosa de Ramón y Cajal, hasta las propuestas artísticas del siglo XX, incluyendo las formas más sofisticadas de comunicación tecnológica.
Y si el lenguaje y la comunicación escrita aluden al papel del lector no es de sorprender el impacto que tiene en el montaje la presencia del recientemente galardonado Premio Nacional de Arte Gráfico 2013 Jaume Plensa. Seleccionadas con toda la intención, las piezas de Plensa están llamadas a atrapar magnéticamente al espectador/lector que inicia su recorrido por la exposición. Con esa poética tan suya, las letras saltan del campo literario al artístico para hacer las delicias de grandes y pequeños: Shakespeare se refleja en las palabras (des)colgadas del texto de Macbeth. Sleep no more. Hay hombres de tinta que se diluyen en la construcción de sombras, objeto de la ficción, e incluso hombres tridimensionales construidos de letras; parece que todo es posible en la monumental sala dedicada a Plensa, donde las palabras pueden a la vez construir texto, formas y espacios permeables, a través de la pintura o la escultura. ¿Para qué dormir si el sueño ya está aquí? Le respondería Jarauta a través de la obra de Constant New Babylon (1967). Pues a pesar de lo complicado que es caminar por el laberinto, ese hilo de Ariadna está presente en las sutiles conexiones entre las obras: los relatos humanos son historias de la civilización, posibles en la lectura y en el arte, pero también en la ciudad. De las imágenes utópicas de Constant, donde las barreras entre realidad y sueño son suprimidas en la forma de construir un mundo real en un mundo de ficción, uno se enfrenta a la inmersión de la ficción en el mundo real de la mano de Robert Morris y sus espirales. O a la liviandad poética de The Oracle: tell me a secret, donde Gema Álava y Josué Moreno fragmentan el texto, ilegible para el espectador, y lo exponen con vocación de entomólogos que filosofan sobre el lenguaje. Al fin y al cabo, hablar no es más que soplar palabras sujetas con alfileres.
Pero la encrucijada lingüística
va más allá de las metáforas de ficción, de lectura o de articulación.
Configurar lingüística e idiomáticamente nuestro pensamiento equivale a
trasladar cualquier poética al campo de la ciencia: es orgánico y celular,
parecen decir Rosó Cusó y Santiago Ramón
y Cajal, se expande, se transmite, no permanece quieto. Tiene múltiples
lecturas, incluso si se trata de letras aisladas. Los ecos incoherentes que
percibe el espectador lo convierten en un oyente inesperado, sorprendido al
percibir que las composiciones de audio en dos canales de la británica Imogen
Stidworthy replantean la ciencia como una posibilidad estética (y política)
para el lenguaje poético. La
incoherencia visual de Charles Sandison con sus palabras en movimiento continuo
poblando cada milímetro del espacio chocan con la pesadez y la sombra de la
estética de archivo: todas las posibilidades de las nuevas tecnologías, tan al
alcance y a la vez tan maquinales, útiles e inabarcables herramientas para la
mente humana.
Con un discurso tan diverso y a
través de la variedad de disciplinas que usa el lenguaje, Jarauta reivindica un
espacio común de producción basado en el pensamiento humano, que discurre
narrado y explota a través de cualquier creación sin importar la técnica, la
época o el territorio, concluye uno al finalizar el recorrido. No sólo se ha
creado un recorrido insólito por la historia del hombre y de su curiosidad por
descifrar (imagen simbólica del laberinto): el pensamiento creativo a través de
la literatura, las formas básicas del arte, la estética del pensamiento y el
laberinto comunicacional de lo virtual; también, a través de personalidades muy
definidas que ilustran visual o textualmente estas ideas, se ha conseguido
demostrar al visitante la veracidad del discurso. La civilización es cada vez
más compleja, pero desde Creta a la cibernética, pasando por la palabra, la
arquitectura, la escultura, el concepto o el significado, siempre hay un
interés por descifrarla. Por encontrar la salida del laberinto.
Al menos, es lo que pensé al
acabar el recorrido y ver proyectado el texto incoherente y en movimiento de la
instalación sobre mi piel.
No duermas más. Estoy escrito. Descíframe.
Victoria Alonso
5500 caracteres
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