1.23.2013

La invención concreta


Diana Cuéllar Ledesma




En 1997 Octavio Zaya relataba cómo la galería de Carla Stellweg fue excluida de la selección de galerías que representarían a Estados Unidos, país invitado de ARCO ’95, por considerarse como fuera de la órbita del arte contemporáneo de ese país. Y es que si bien la galería se localizaba en pleno Soho, los artistas que representaba eran de origen latinoamericano. En 1996, cuando ARCO tuvo a América Latina como invitada, el Comité de la Feria volvió a rechazar la inclusión de Carla Stellweg aduciendo que Estados Unidos ya había tenido su oportunidad el año anterior. Creo que, para bien o para mal, hoy ambos hechos/situaciones serían imposibles. No sólo por las reivindicaciones civiles clamadas desde los movimientos chicanos y las comunidades latinas en Estados Unidos, sino por el creciente poder político y económico que han alcanzado (para muestra basta recordar el decisivo rol que tuvo su voto en las pasadas elecciones de ese país).

Así, el recurso a lo latino no debería extrañar a propios ni extraños: el power latino se venía sintiendo desde hacía décadas y en todos los ámbitos. De Frida Kahlo a Shakira, los latinos están en auge y más aún cuando economías de la región, como Brasil, Chile y Panamá, están creciendo más que las de muchos países europeos. Es en este contexto que debemos entender la exposición que nos ocupa.

Con la financiación pública en franca retirada (un tijeretazo del 25% solo el año pasado) y sin noticias de que vaya a volver por donde se fue, los responsables del Museo Reina Sofía han optado por crear la Fundación homónima, que contará con la ayuda de 16 coleccionistas iberoamericanos, de la mecenas venezolana Patricia Phelps de Cisneros a la galerista Helga de Alvear (de acuerdo con el diario El País cada uno ha aportado ya 12.000 euros para la constitución del patronato). Así pues, La invención concreta, comisariada por el mismo director del Museo, Manuel Borja-Villel, es la exposición inaugural de este convenio.

La muestra ofrece un panorama amplio de la abstracción geométrica en Sudamérica entre 1930 y 1970. Se trata de una muestra de importancia por ser una de las más amplias que se han hecho de este tema en Europa, donde, a excepción de la santísima trinidad Oiticia, Clark, Pape, la plástica abstracta-geométrica, cinético-óptica y concreta-neo-concreta de América Latina aún es bastante desconocida y poco estudiada. La invención concreta es pues una gran oportunidad para el público español de poder apreciar unas 200 obras de las que casi todas, per se, son prácticamente una experiencia religiosa.

Según se lee en la hoja de sala, “aunque la abstracción geométrica se desarrolló originalmente en Europa y Rusia, en Latinoamérica arraigó como herramienta rica y poderosa para expresar la creciente ambición de un continente que emergía como generador cultural y político de nuevas ideas a mediados del siglo XX”. En realidad, el desarrollo de los lenguajes que ahí se abordan debe verse a la luz de los procesos modernizadores de ciudades como Montevideo, Buenos Aires, São Paulo, Río de Janeiro y Caracas, y del ánimo prevaleciente y generalizado de los artistas por “entrar” de lleno en la cultura occidental: “hablar” el lenguaje abstracto significaba para ellos hablar el lenguaje cosmopolita, estar al tú por tú con Europa.

Por fortuna no lo lograron. Así como al intentar enunciar desde un vocabulario pretendidamente universal sólo hacemos más evidentes nuestros acentos locales, los Coloritmos de Alejandro Otero (1959), los Ritmos Cromáticos de Alfredo Hilto (1949) y los Metaesquemas de Oiticia (1958), por citar algunas obras, constituyen una apropiación que disloca, desvía, cuestiona y rompe con la abstracción europea desde una multiplicidad de voces y acentos. En ocasiones, como en el arte Madí, esas rupturas son sólo construcciones a posteriori hechas por los historiadores del arte, pues el Madí adelantaba una poética y práctica artística que hasta ese momento no existía en Europa ni Estados Unidos. No es fortuito que sus títulos aludan a ritmo y movimiento, pues es precisamente en ese carácter dinámico donde radica su principal aporte a las rigideces del modernismo occidental.

Una visión "ultra posmoderna", que ha agrupado las obras conceptual y no cronológica o geográficamente, y que, aunque en las salas de la muestra no hay wifi gratuito, ha desarrollado una visita guiada on line y hasta su propia aplicación para ipad o android, no ha podido sucumbir a dos tentaciones de mal gusto y que sólo reflejan las dos caras de los estragos colonialistas. La primera, la de meter en las salas, y con calzador, un Mondrian y un Pol Bury–no vaya a ser que los latinos olvidemos a quiénes nos debemos–. La segunda, promover que en cada sala haya una obra del MoMA –dejando muy claro, por supuesto, que fue Patricia Phelps quien las donó al gran monstruo–, tampoco vaya a ser que alguien ponga en duda el power latino.

Si bien rodeada de una serie de eventos desafortunados, La invención concreta vale la pena sólo por las obras que reúne. Como en  Hilo (1990-95) de Cildo Meireles (instalación de 48 barriles de heno, 1 aguja de 18 quilates y 100 metros de hilo de oro), en ella hay muchos tesoros, pero sobra también la paja.

Ficha:
La invención concreta. Colección Patricia Phelps de Cisneros
Museo Reina Sofía
Hasta el 16 de Septiembre de 2012
http://www.lainvencionconcreta.org

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