“El
hilo de Ariadna. Lectores y navegantes”, del 18 de Octubre de 2012 al 17 de
Marzo de 2013. Casa del Lector, Matadero Madrid.
“El
hilo de Ariadna” es la exposición que inaugura el nuevo espacio en Matadero
Madrid, Casa del Lector, comisariada por Francisco Jarauta. Esta
muestra colectiva aúna a artistas muy distintos tanto cronológica como
temáticamente, bajo un mismo hilo conceptual: el laberinto como símbolo de quien
se pierde y se encuentra gracias al hilo de la griega Ariadna. Jarauta utiliza esta
expresión como pretexto para enlazar esta diversidad y resolverla con tres
grandes temas presentes en las piezas: la literatura, la mitología y el
laberinto.
Esta
pluralidad de opciones se traduce en obras que van desde instalaciones que recrean
a la antigua Pompeya, con mosaicos que muestran la lucha entre Teseo y el
Minotauro a una reproducción visual del Palacio de Cnosos, posible origen del
laberinto griego, hasta fragmentos en vídeo de películas como “La mirada de
Ulises” de Theodoros Angelopoulos, donde unas mujeres hilan o el mar se
convierte en protagonista: el viaje de Ulises, con su deseo frustrado de llegar
a Ítaca.
Nos
reciben en la entrada de la exposición varias obras de Jaume Plensa; “Macbeth
and the porter”, donde leemos fragmentos del libro de Shakespeare a través de
una cortina creada a base a de letras de hierro, y “Overflow”, una gran
escultura con forma humana formada con letras también pero sin rostro, algo que
el artista repite en sus piezas más recientes, tres dibujos sobre la pared
también expuestos.
El
laberinto es sin duda el eje central en la sala intermedia de la exposición,
donde se reúnen las piezas de Constant, Roberth Smithson, Adolph
Gottlieb y Robert Morris. El primero presenta varias obras con Babilonia como
protagonista, entre las que destacan unas litografías a modo de confusas grúas
en edificios en construcción, con el color muy localizado, y que juegan a
perderse entre las formas. Además de Constant, se encuentran las piezas de
Smithson, su proceso de crear “Spital Jetty” y otras intervenciones en montañas;
Robert Morris y su “Laberinto de Pontevedra”, donde trabajó en el año 2000
recreando el antiguo laberinto de Mogor (del 3000 a.C.); y una gran pieza de
pintura de Gottlieb, con grandes trazos de color a modo de confusión espacial.
Sin
dejar atrás el eje temático de la exposición, el último tramo de la muestra se
organiza en torno a espacios más cerrados y privados, como ocurre con el
oráculo de Gema Álava y Josué Moreno, donde pequeños fragmentos escritos de
papel y pan de oro crean una pieza oval separada del resto en una pequeña
estancia a la que se accede a través de unas cortinas.
Esta
compartimentación se repite en las obras de Rosó Cusó, con “Batecs I,II y III”,
de 2012, esculturas en papel a modo de rosetones medievales iluminadas
intermitentemente.
Quizá
el comisario escoja esta separación física debido también a la gran distancia
cronológica entre quienes se encuentran en este tramo último de la exposición,
ya que en un sentido inverso pasamos de 2012 al siglo XVI pasando antes por los
inicios del XX con varios dibujos de Santiago Ramón y Cajal donde reproduce
neuronas, células y corteza cerebral creando un resultado visual a modo de
árboles laberínticos, con finas ramas que se entremezclan; Ramón Llul está
presente a través de varios dibujos en un códice en los que el círculo se
repite una y otra vez, siendo tratado como una circunferencia laberíntica,
llena de compartimentos y palabras.
Las
últimas tres piezas tienen una fuerte impronta de la idea de archivo: la de
Antoni Muntadas, que en “The file room” presenta el archivo como caos, ocupando
toda una sala a media luz, la de Daniel García Andújar, que construye una
biblioteca en la red con libros, textos, vídeos y documentos en audio bajo el
nombre de “Postcapital archive”, realizada durante más de diez años
(1989-2001), la de Imogen Stidworthy, concebida específicamente para esta
exposición o la que cierra todo el conjunto, el “Index” de Charles Sandison,
que ocupa toda una sala (incluyendo suelo, paredes y techo) con palabras que se
mueven.
A lo largo del paseo por la muestra las
obras de estos artistas se encuentran con textos de distintos escritores, como
Jorge Luis Borges, William Gibson, Julio Cortázar o Germán Sánchez Ruipérez,
este último con especial interés al ser su fundación la que promovió la
creación de la Casa del Lector.
“El
hilo de Ariadna” es una exposición comisariada bajo un criterio temático, donde
se resuelve la diversidad entre la literatura, las artes plásticas y la
dificultad de ser la primera muestra en el nuevo espacio. A través de esto, Francisco
Jarauta diseña una propuesta museológica capaz de llegar a todos los públicos, no
siendo extraño que durante la visita una se encuentre con familias con niños
que disfrutan de la exposición. Se busca la facilidad de reconocimiento de las
piezas con reconstrucciones de obras como la de Robert Morris en Pontevedra,
una instalación interactiva para ir descubriendo los mosaicos de Pompeya o la
intervención del público, como los ordenadores en las de Muntadas y Andújar.
El
recorrido supone también un interesante viaje cronológico, que lejos de
organizarse por este criterio, mezcla distintos momentos y etapas en base a un
criterio temático común.
Se
trata, pues, de una muestra que aúna diferentes disciplinas, soportes, estilos
y artistas en torno a un eje central: la idea del laberinto como espacio
caótico capaz de superarse con el hilo adecuado, algo perfectamente aplicable a
esta exposición para inaugurar el espacio.
Semíramis González.
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