1.15.2013

Deshilando el hilo de Ariadna


Diana Cuéllar Ledesma

La cosa más importante que me ha pasado en la vida, dijo Vargas Llosa, ha sido aprender a leer – en mi opinión es la cosa más importante que puede pasarle a cualquiera –. El hilo de Ariadna. Lectores/ Navegantes parece tener la misma tesis. Con la figura del laberinto como leit motiv, la muestra, perfectamente ad hoc para inaugurar la Casa del Lector, explora las implicaciones de la lecto-escritura y su rol en la conformación de la subjetividad humana desde las distintas explicaciones y mapeos del mundo, pasando por la literatura en sus varios formatos, hasta las representaciones de las estructuras bilógicas y las recientes redes virtuales que han reconfigurado la cultura occidental.
Si el laberinto es una figura tan escalofriante como adecuada para expresar la condición humana es por la ambigüedad intrínseca que posee. A diferencia de espacios como el cielo o el infierno, los laberintos no tiene puertas y sus entradas podrían ser también sus salidas. En Macbeth and the Porter (2005) de Jaume Plensa, instalación en la que se escribe la famosa escena de Shakespeare con letras de hierro que cuelgan del techo, se resume a la perfección: “ya no haré más de portero del Diablo”, dice el portero.
Así, el tema de la exposición, y ella misma, es de alcances mayores: un discurso que se fragmenta, disloca y re-articula en cada uno de los vericuetos en los que se adentra su repertorio. Se trata de un conjunto polifónico, y a veces forzado, que clama a coro por salir del laberinto…o por entrar en él. La selección de 17 artistas y más de media centena de obras, del medioevo al 2012, confirma la complejidad del argumento y la porosidad de sus bordes. Así, la muestra incluye lo mismo video (Theodorus Angelopolus) que instalación (Gema Álava/Josué Moreno y Charles Sandison), escultura (Jaume Plensa), arte objeto (Rosó Cusó), pintura (Adolph Gottlieb), net-art (Daniel G. Andújar, Antoni Muntadas e Imogen Stidworthy), land-art (Robert Morris y Robert Smithson) y hasta los dibujos de Santiago Ramón y Cajal y algunos escritos del filósofo medieval Ramón Llull.
Ni tan aventurado ni tan soso, el recurso a maridar lo más in con lo autrefois (o de hacer in lo autrefois) resulta aquí una estrategia de supervivencia. En medio de la crisis y los recortes se trata de hacer con lo que hay, de modo que el comisario Francisco Jarauta ha sabido armar su exposición recurriendo casi en su totalidad a colecciones locales incorporado de algunas de ellas “viejas novedades” como los dibujos científicos de Ramón y Cajal (ca. 1899) o las Opúsculas Varias de las Ars de Lull. Y aunque los dibujos del primero comienzan a estar de moda (basta verlos en Cartografías contemporáneas en CaixaForum) hay que reconocer al comisariado la buena jugada de incluirlos en una muestra en la que caen como anillo al dedo y bocanada fresca. Además de funcionar como elemento de contraste dentro de la muestra, constituyen un fabuloso despliegue de la muy personal inteligencia y sensibilidad plástica de su autor.
Como dije, los alcances metafóricos, formales, filosóficos, históricos y psicológicos de la muestra son muy amplios; tanto, que desbordan la muestra misma. Como dicen, el que mucho abarca poco aprieta de modo que, aunque la tesis de fondo es sólida y articulada, el discurso visual resulta atropellado. El paso del Cnosos griego a los archivos web pocas veces agota las posibilidades tropológicas de la imagen del laberinto y muchas veces abusa de representaciones literalistas y metáforas inmediatas. En una exposición sobre laberintos y literatura tal vez echo en falta una sana ausencia de laberintos y letras. Algunos laberintos invisibles sí que hay, como en la obra de Gema Álava y Josué Moreno (The Oracle. Tell me a Secret, 2011-2012), instalación visual y sonora interactiva constituida por cientos de pequeños trozos de papel y oro, fragmentos de la correspondencia éntrelos artistas, clavados en un muro por alfileres. Existe una partitura musical encriptada, escondida en la instalación, que puede hacerse visible si se encuentra un hilo blanco que conecta fragmentos específicos de papel. Entre las ideas en que Moreno basa su trabajo, está la teoría de Marconi de que los sonidos nunca dejan de existir, sino que se convierten en algo imperceptible y, con los medios técnicos adecuados, podrían ser oídos los sonidos producidos desde el inicio de nuestra era.
Esta pieza, al igual que The Work v03 (2011) de Imogen Stidworthy, una instalación temporal de antena parabólica y lámina de vidrio antiexplosivos, y las obras de Daniel García Andújar, Antoni Muntadas así como una instalación interactiva sobre el laberinto de la Casa de Lucrecio en Pompeya fueron concebidas ex profeso para la muestra y construidas in situ. El montaje, hay que decirlo, es impecable y en la muestra no faltan otras piezas complejas en este rubro, como, por ejemplo, la video instalación Index (2006) de Charles Sandison, un espacio de inmersión lumínica inspirado en la XI edición de la Encyclopedia Britannica, la última que, con más de 44 millones de palabras y 28 volúmenes, representa el último intento de compilar un índice de todo el saber mundial. Tal como los pájaros de las ciudades, que parecen turnarse para poder ocupar un espacio en los cables telefónicos, las palabras “vuelan” por la sala intentando ocupar su lugar original en la enciclopedia, que se ha reducido a una sola página. La obra tardará al menos 30 años en que las últimas palabras de la enciclopedia lleguen e intenten hacerse un hueco en la página. Cada vez que se apaga la obra, esta conserva la posición de modo que cuando se vuelva a encender continuará desde el estadio previo. Así, sin portero, salimos de la muestra, pero no del laberinto.

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