No hay recurso más ruin que la metáfora de la “apertura”
femenina. A menudo escuchamos o leemos que una mujer – una cantante por ejemplo
– nos “abre su corazón”, o que otra – digamos una actriz famosa – hace lo propio
con “las puertas de su intimidad”. Qué decir del momento iniciático y
peliculesco en el que la abuela abre el baúl de los recuerdos y muestra a la nieta
las cartas del abuelo, el vestido de novia, la muñeca vieja… Corazonada, la exposición de Victoria
Civera (Puerto de Sagunto, Valencia, 1955) en la galería Soledad Lorenzo no
puede comprenderse fuera de esta metáfora y sin embargo no abre, cierra. Es su
sexta exposición individual en este espacio y la última de Soledad Lorenzo, que
concluye así su trayectoria como galerista después de 26 años. Como si una niña
nos abriera las puertas de su habitación,
la exposición muestra obra de Civera nunca antes expuesta en Madrid, que va
desde finales de los años 80 y principios de los 90 – su etapa iniciática neoyorkina–
hasta Sueños inclinados, una de sus
obras más recientes.
Los dibujos de la primera sala son de trazos elegantes y
sencillos, en tinta sobre papel. En el muro frente a los dibujos, los
objetos-pintura ya hablan de texturas, volumen, espacio. Los lienzos no se
ocultan tras el óleo, sus tramas y urdimbres son visibles al espectador; más
que un mero soporte, la tela es así parte de la obra. No es una convivencia
armónica, sino una dialéctica. La de la contención de la tela que quiere salir
del cuadro, sacudirse la pintura, mostrarse toda, bajar del muro, ser
protagonista de su propia historia. Una pieza es incluso un trozo de tela rellena,
atada y enroscada, colgada sobre la pared; otra, por ejemplo, es como un libro
abierto, dispuesto horizontalmente, con una página cayendo hacia el espectador.
Son objetos, claro está, sin embargo se exhiben colgados en el muro, como
pinturas.
Una femineidad etérea flota en la sala, no es de extrañar
que sea en este mismo espacio, y no en el siguiente, en donde se exhibe propiamente
el arte-objeto, donde se encuentra Mamá
está en casa (2009), un banquito de tres patas con una mariposa en el
centro, decorado artesanalmente con telas y cintas multicolor. Y aunque en los
dibujos hay formas sinuosas, colores cálidos, motivos sensuales y hasta un
“origen del mundo”, la femineidad queda aludida, no presente.
Un nivel más arriba, las texturas, tejidos y materiales han
salido del cuadro. Dispuestos sobre cajas de madera, apelan a nuestra capacidad
para ver tras ellos el gesto de su elaboración: las puntadas bien amagadas, los
calcetines resignificados, la atadura de los lazos, la talla de la madera, el
derretimiento de la cera. Como en los perfumes, todo es un trabajo tan
exquisito como conceptual. En el mismo espacio, algunos dibujos más, en tinta y
gouache sobre papel negro. El trazo aún es grácil, el color tenue y las formas
sugerentes.
Al subir, la ruptura es radical. Sueños inclinados (2011) es ya una instalación. El material
industrial, el geometrismo rígido, la paleta de color y la misma forma de la
pieza rompen de frente con el discurso de las otras salas. Ya no es la
contención, sino la afirmación violenta de la forma. Ya no hay habitación de
niña, porque la intimidad se ha convertido en extroversión.
Si digo que la metáfora de la apertura es pusilánime es porque
se articula sobre el supuesto de que la intimidad femenina se configura y
particulariza merced a su rol de género. El hombre trabaja fuera, hace vida
pública, la mujer lo hace todo dentro. Así, ella tiene un universo maravilloso y
hermético en el que desfoga su inteligencia, creatividad y emociones reprimidas.
Ya lo dijo Virginia Woolf, “las paredes mismas se hallan impregnadas de esta
fuerza creadora.” La tónica de la muestra no extrañará a nadie que la sepa una
despedida, la comunión de dos mujeres profesionistas que cierran un ciclo de
trabajo conjunto, y la de una amistad. Como cuando de niñas traíamos a una
amiga a casa, y le develábamos nuestros mejores secretos.
Diana Cuéllar Ledesma
CORAZONADA
Victoria Civera
28 noviembre- 29 diciembre, 2012
Galería Soledad Lorenzo
Orfila, 5. Madrid.
Victoria Civera vive y trabaja en Nueva York desde mediados de los 80. Su obra figura
en colecciones como Col.lecció d’ Art Contemporani Fundació La Caixa,
Barcelona; Museo Arte Contemporáneo de Barcelona,
MACBA y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Entre sus exposiciones
individuales recientes figuran: Sueños
inclinados (2011, IVAM, Valencia), Germinal
NY, 1987-1990 (2010, Sala Robayera, Miengo) y Victoria Civera (2008, Galerie Thomas Schulte, Berlín).
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