12.04.2012

Una galería propia


No hay recurso más ruin que la metáfora de la “apertura” femenina. A menudo escuchamos o leemos que una mujer – una cantante por ejemplo – nos “abre su corazón”, o que otra – digamos una actriz famosa – hace lo propio con “las puertas de su intimidad”. Qué decir del momento iniciático y peliculesco en el que la abuela abre el baúl de los recuerdos y muestra a la nieta las cartas del abuelo, el vestido de novia, la muñeca vieja… Corazonada, la exposición de Victoria Civera (Puerto de Sagunto, Valencia, 1955) en la galería Soledad Lorenzo no puede comprenderse fuera de esta metáfora y sin embargo no abre, cierra. Es su sexta exposición individual en este espacio y la última de Soledad Lorenzo, que concluye así su trayectoria como galerista después de 26 años. Como si una niña nos abriera las puertas de su habitación, la exposición muestra obra de Civera nunca antes expuesta en Madrid, que va desde finales de los años 80 y principios de los 90 – su etapa iniciática neoyorkina– hasta Sueños inclinados, una de sus obras más recientes.

Los dibujos de la primera sala son de trazos elegantes y sencillos, en tinta sobre papel. En el muro frente a los dibujos, los objetos-pintura ya hablan de texturas, volumen, espacio. Los lienzos no se ocultan tras el óleo, sus tramas y urdimbres son visibles al espectador; más que un mero soporte, la tela es así parte de la obra. No es una convivencia armónica, sino una dialéctica. La de la contención de la tela que quiere salir del cuadro, sacudirse la pintura, mostrarse toda, bajar del muro, ser protagonista de su propia historia. Una pieza es incluso un trozo de tela rellena, atada y enroscada, colgada sobre la pared; otra, por ejemplo, es como un libro abierto, dispuesto horizontalmente, con una página cayendo hacia el espectador. Son objetos, claro está, sin embargo se exhiben colgados en el muro, como pinturas.

Una femineidad etérea flota en la sala, no es de extrañar que sea en este mismo espacio, y no en el siguiente, en donde se exhibe propiamente el arte-objeto, donde se encuentra Mamá está en casa (2009), un banquito de tres patas con una mariposa en el centro, decorado artesanalmente con telas y cintas multicolor. Y aunque en los dibujos hay formas sinuosas, colores cálidos, motivos sensuales y hasta un “origen del mundo”, la femineidad queda aludida, no presente.
Un nivel más arriba, las texturas, tejidos y materiales han salido del cuadro. Dispuestos sobre cajas de madera, apelan a nuestra capacidad para ver tras ellos el gesto de su elaboración: las puntadas bien amagadas, los calcetines resignificados, la atadura de los lazos, la talla de la madera, el derretimiento de la cera. Como en los perfumes, todo es un trabajo tan exquisito como conceptual. En el mismo espacio, algunos dibujos más, en tinta y gouache sobre papel negro. El trazo aún es grácil, el color tenue y las formas sugerentes.

Al subir, la ruptura es radical. Sueños inclinados (2011) es ya una instalación. El material industrial, el geometrismo rígido, la paleta de color y la misma forma de la pieza rompen de frente con el discurso de las otras salas. Ya no es la contención, sino la afirmación violenta de la forma. Ya no hay habitación de niña, porque la intimidad se ha convertido en extroversión.

Si digo que la metáfora de la apertura es pusilánime es porque se articula sobre el supuesto de que la intimidad femenina se configura y particulariza merced a su rol de género. El hombre trabaja fuera, hace vida pública, la mujer lo hace todo dentro. Así, ella tiene un universo maravilloso y hermético en el que desfoga su inteligencia, creatividad y emociones reprimidas. Ya lo dijo Virginia Woolf, “las paredes mismas se hallan impregnadas de esta fuerza creadora.” La tónica de la muestra no extrañará a nadie que la sepa una despedida, la comunión de dos mujeres profesionistas que cierran un ciclo de trabajo conjunto, y la de una amistad. Como cuando de niñas traíamos a una amiga a casa, y le develábamos nuestros mejores secretos.

Diana Cuéllar Ledesma




CORAZONADA
Victoria Civera
28 noviembre- 29 diciembre, 2012
Galería Soledad Lorenzo
Orfila, 5. Madrid.


Victoria Civera vive y trabaja en Nueva York desde mediados de los 80. Su obra figura en colecciones como Col.lecció d’ Art Contemporani Fundació La Caixa, Barcelona; Museo Arte Contemporáneo de Barcelona, MACBA y Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Entre sus exposiciones individuales recientes figuran: Sueños inclinados (2011, IVAM, Valencia), Germinal NY, 1987-1990 (2010, Sala Robayera, Miengo) y Victoria Civera (2008, Galerie Thomas Schulte, Berlín).

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