El futuro, aquello que está por llegar, es lo que nos
mantiene en pie. Lo real está ahí fuera y, especialmente, cuando no funciona
llega el tiempo de la reflexión. A pesar de estar absorbidos por un entorno
fagocitador, las propuestas de los artistas de esta muestra deberían permitir
tomar el pulso al presente a través de la experiencia artística. Y desde el
ahora y el aquí mirar hacia el futuro, como un soplo de aire fresco frente al
mar revuelto.
La clave consistiría en averiguar si esta exposición es
representativa de lo que ocurre en la escena actual más joven. En general, los
trabajos aquí presentados no dejan de ser una posibilidad entre tantas, donde
los seleccionados demuestran haber aprendido que discursos interesan a aquellos
que deciden sobre sus obras. Pero resultan en ocasiones tan intercambiables con
otras, que caen en el tedio y generan discursos no creíbles.
Está claro que algunas propuestas profundizan en cuestiones
similares y conocen algunas fórmulas efectistas. La redefinición del rol del
artista sería una de ellas. Andrea Olmedo, María Salazar, non ten xeito y Rita
Buil lo intentan con el trabajo “Constelaciones” generando comunidad y jugando
a ser mediadores sociales. En esto último también hace hincapié Mariona
Moncunill mediante la incursión en el ámbito privado de las instituciones
públicas. Mario Espliego fomenta la participación ciudadana con poca fortuna.
Olmo Cuña, por su parte, se pone el traje de antropólogo social.
En una línea similar de activismo y temas
políticos-sociales, pero más estimulantes, se encuentra el trabajo de Daniel
Silvo que presenta dos vídeos documentales donde hace política desde lo
cotidiano y el arte. El proyecto expositivo itinerante “I’m Fine” de Kike Medina
proyecta el coche y el viaje como metáfora de la libertad. Y la pieza de Eva
Fàbregas justifica mediante lo social el impulso vital del artista hacia la
experiencia estética.
En el quehacer de lo cotidiano se enmarca el trabajo de
Leonor Serrano que dota a elementos corrientes de un significado político y
social. Aquí el rigor analítico no está reñido con la plasmación formal.
Tampoco en “Devaluando una imagen” de Marco Godoy, crítica sarcástica al
sistema financiero y a lo superfluo. Las hilarantes micro-piezas de Marta
Burogorri, poéticas de lo punk y lo absurdo, aparecen como un refugio ante
tanta seriedad. En una línea acorde con lo “freak” aparece el ensayo de cine
experimental de Jorge Núñez de la Visitación donde uno no sabe si le están
tomando el pelo a propósito.
Las reflexiones sobre el hecho artístico aparecen en las
obras de Rafa Munárriz y Carlos Valverde que generan espacios fingidos y hacen
partícipe al espectador. En otra línea, las recreaciones de
“arqueología-ficción” de Pablo Barreiro enlazan con las conexiones
insospechadas que plantea Martín Llavaneras. Por último, Karlos Martínez B
trata de nuevo (otra sin más) la historia y la memoria.
Resalta que lo audiovisual esté presente de una manera tan
rotunda frente a lo plástico. En ocasiones pienso qué ocurriría si se apagaran
todos los proyectores, ¿cuántas de las obras se podrían ver, palpar? Con ello
planteo si esta anécdota podría ser representativa de la práctica artística
actual. También resulta llamativo que las propuestas respondan casi a una única
dirección, caracterizada por un conjunto de referencias, formas y estrategias
compartidas. En ocasiones lo discontinuo, la otredad, el abrir-mundos, se
agradece. Afortunadamente las excepciones existen.
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Creación Injuve 2012 / Artes Visuales
Tabacalera, Espacio Promoción del Arte
Hasta el 20 de enero
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RVidal
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