12.04.2012


Exposición: “Corazonada”
Autora: Victoria Civera
Fecha: 28 nov al 29 de dic 2012
Lugar: Galería Soledad Lorenzo, C/ Orfila, 28010, Madrid


                  
                                                                                                
“Corazonada” es el título que da nombre a la última exposición de la artista Victoria Civera en la veterana galería Soledad Lorenzo que después de su largo recorrido de veintiséis años de trabajo cerrará sus puertas el próximo 29 de diciembre.

En su sexta exposición en este espacio, se muestran una serie de obras que van desde  los ochenta hasta la actualidad en un conjunto, que según la autora, se presenta como una especie de homenaje y carta de despedida.

El primer grupo de piezas pertenece a su andanza norteamericana y concretamente al periodo comprendido entre finales de los ochenta y principios de los noventa. Creaciones de pequeño tamaño, a modo de experimentos o toma de contacto con la tridimensionalidad, que haría su presencia patente en el 93 con “Habitación anónima” y finalmente en el 94 con “Ondulada”, exposición inaugural en el espacio que hoy  visitamos. Son trabajos que denotan una búsqueda e interacción con diferentes materiales, que en muchos casos no se apartan de lo pictórico y que crean una poética de lo mínimo, presentándose con una exquisita sensibilidad de pericia femenina. Escayola, óleo o textil que se trasmutan para generar una atmósfera de materia y factura cotidiana.
Dentro de estas piezas me gustaría señalar la media henchida, a modo de ser desmayado, u objeto protésico que nos recuerda a algunas de las creaciones de Messager o de la misma Bourgeois.
A la izquierda se encuentra una amplia pared en la que se congregan una serie de múltiples grafías que remiten a los gabinetes de dibujo del XIX. Cuyo hilo temático conductor son lo doméstico, lo profesional y lo familiar, según palabras de la propia artista. Obras que han sido realizadas, en su línea, con múltiples materiales. Materiales que van desde el guache, a la tinta china, el carbón o el conté. Sobre soportes en tonalidades pastel, lisos o verjurados, opacos o traslúcidos. Como si ilustraciones del “estadio del espejo” de Lacan se tratasen. Fragmentos que muchas veces despliegan experiencias truncadas y que se materializan de formas muy variopintas, que van desde lenguajes vinculados aparentemente a la ilustración, pasando por arrepentimientos,  hasta meros bosquejos. Para mi gusto esta es una de las mejores partes de la muestra de la exposición, por su frescura y visceralidad.
Bajo el conjunto, desplazado levemente del centro compositivo, encontramos un pequeño taburete de tres patas cubierto con fieltros de diversos colores sobre el que se apoya una mariposa real. Elemento que se aprecia en algunos de sus cuadros figurativos. Todo ello parece hablarnos de la infancia. Concepto que reaparecerá de forma recurrente en esta exhibición.
Tras pasar por la habitación que presenta un gran conjunto de piezas, de nuevo, de pequeño tamaño, sobre unos pedestales de humilde fabricación (cajas de madera y unas burras), se llega a la sala del fondo donde se puede observar la pieza “sueños inclinados”. Obra que no es que sólo se descontextualice del resto del conjunto expositivo, sino que dicho chirrido histriónico, se produce de forma simétrica, creo yo, con el resto de su obra. Como afirmó la artista, la pieza compuesta por seis rampas de aluminio en zigzag: 3 que descienden hacia la izquierda, y otras 3 hacia la derecha, decoradas con franjas de colores fluorescentes en sus laterales, conmemoran las seis exposiciones realizadas con la galerista Soledad Lorenzo. Que tal vez se puede interpretar como alegoría de las subidas y bajadas de la dura carrera profesional de todo creador. Junto a ella se visualizan dos pequeños cuadros que siguen la línea matérica y cromática, blanco-negro-gris, del resto de la presentación.
Para acabar descendiendo a la parte inferior, donde llama la atención una pequeña silla de colores saturados, realizada en plástico y madera, que se encuentra de cara a la pared. Posición que obliga al espectador a observar lo que supuestamente oculta. Y si se deja seducir por la mirada en detalle, se sorprenderá con una foto bastante oscura e inteligible, en la que parecen vislumbrarse unas piedras y unas hojas, cuyo marco sin serlo, comulga con la estética polaroid. Aunque si prestamos mayor atención, lo que atrapa, es que el respaldo del asiento debido a su posición, genera una sombra sobre la fotografía. ¿Tal vez quiere hablar Victoria de algún aspecto sombrío dentro del arquetipo edulcorado de la infancia?

Considero el conjunto, exceptuando la citada pieza, cuyas rampas han demostrado ser todas de bajada. Como un amable discurso de sutilidades, en la que las vivencias nos llegan no de una forma específica, sino atmosférica. En una reflexión intimista, a veces casi de corte psicoanalítico en la que Victoria consigue dejarnos un sabor de boca que sin abandonar su carácter existencial, nos llega, creo yo, con una cierta ternura.


                                                                                                                                       Diego Mayoral
                     


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 Victoria Civera (1955), es una artista multidisciplinar de origen valenciano, cuyos comienzos se identifican con el action painting y a posteriori en el marco neoexpresionista. Recibe varias becas y premios que favorecen su desarrollo productivo. Actualmente vive en New York, lugar en el que reside desde mediados de los ochenta con su pareja, también artista. Conceptualmente habla de la mujer en la sociedad contemporánea y lo cotidiano. Su proyección es internacional y en España su obra se encuentra repartida entre múltiples museos y colecciones.

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