Heimo
Zobernig
Palacio de
Velázquez, Parque del Retiro, Madrid
8 de
noviembre de 2012 – 15 de abril de 2013
Entrada gratuita
Heimo Zobernig, artista austriaco (Mauthen, 1958), presenta su primera retrospectiva en España dentro del Palacio de Velázquez en el Parque del Retiro de Madrid, edificio expositivo del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Este artista ha realizado numerosas exposiciones individuales a nivel internacional y ha participado en la Documenta X en 1997 y en la Bienal de Venecia en 2001. Actualmente trabaja como profesor en la Academia de Bellas Artes de Viena.
La exposición, para la cual se ha modificado casi en su totalidad el espacio del palacio, presenta 40 de las obras de este artista realizadas desde los años 80 hasta 2012, las cuales son muy variadas: pinturas, esculturas, instalaciones, vídeos, que abordan cuestiones relacionadas con la arquitectura, la escenografía y el diseño expositivo.
Al entrar al palacio nos encontramos con una gran
sala abierta que ha sido dividida a través de las propias obras de arte y
alrededor de ella hay accesos a otras
salas. Ya desde el principio tenemos la sensación de andar por un teatro: vemos
en el centro un espacio cerrado con cortinas negras y no serán las únicas. Dentro y fuera de estas cortinas destacan los
cuadros monocromos que nos evocan la tradición minimalista, pero esta
exposición no se reduce al minimalismo o la abstracción, hay algo más substancial:
el espacio como parte de la obra misma y
la forma en la que el espectador se mueve por ella. El juego acaba de
empezar.
Los cuadros monocromos a simple vista parecen
todos iguales, pero si el visitante es curioso y se acerca a ellos descubrirá
la diferencia de los materiales: óleos, acrílicos, lienzos preparados,
pantallas de proyección,… y en algunos palabras escondidas. De este modo, las
obras nos invitan a acercarnos para descubrir qué son y qué nos quieren decir. En este mismo espacio hay dos estructuras, una de
acero y otra de yute y madera. Nos empezamos a dar cuenta que los materiales
utilizados en la mayoría de las obras son económicos
e industriales. Zobering nos deja ver aquello que no podemos ver normalmente
en las obras de arte: el interior, el material mismo sin ningún tipo de
decoración.
En todo momento se tiene la sensación de que la exposición no está
terminada, que el montaje está todavía en proceso: las paredes a medio empapelar,
lienzos con los bordes sin pintar, una escalera y otros elementos dispuestos en
las salas de un modo ilógico. Hay que seguir buscando el significado.
Al entrar a la siguiente sala, parece estar vacía
hasta encontrar la cartela que nos anuncia que la obra está debajo de nosotros,
es la moqueta pintada con acrílico. Aquí todo el mundo pisa la obra y esta se
queda impregnada de pisadas. Vemos como el artista juega también en todo
momento con la cuestión de qué es arte o no, o bien, cuándo lo es o cuándo deja
de serlo, utilizando objetos que nos resultan familiares, como una moqueta en
este caso, pero que aquí se nos presenta como obra de arte. Es la idea del “arte por el arte”, sin reducirse a una
función específica. Esta idea la podemos encontrar también en otras de sus
obras: aquella realizada con rollos de cartón de papel higiénico, los muros o los
bancos dispuestos como elementos escultóricos, láminas
de aluminio simulando espejos en las paredes, cinco mesas de bar, tableros
aglomerados. En definitiva, objetos que jamás hubiésemos imaginado dentro de un
museo, desprendidos de su “aura”.
Al continuar andando por las siguientes salas
vemos que Zobernig también juega con la forma de las esculturas, pudiendo
entrar dentro de ellas o rodearlas. Nos hace movernos en el espacio de forma
distinta a través de esas esculturas, de diferentes tamaños, formas y colores. De
este modo, el artista consigue un original recorrido expositivo a través de la disposición de sus obras.
Después, hay otra sala a la que se accede, de
nuevo, mediante unas cortinas, rojas esta vez y donde en una de las paredes se
proyectan líneas de color en tonos rojos y naranjas que se mueven lentamente,
como si fuese una continuación de la propia cortina roja de la entrada. Ya solo por el color, esta
sala es más cálida, la gente se siente más dispuesta a participar y se divierte
mirando sus sombras reflejadas en la proyección.
Al salir de aquí nos topamos con un gran muro que
ha sido tomado de la exposición anterior, pero que se ha dejado en el estado
que se encontraba, con las juntas visibles, pintura caída, haciéndonos ver el deterioro del paso del tiempo. Y es que
el tiempo también es esencial para el artista, ya que percibimos el espacio a
través de él, hay un ritmo al pasear por la exposición, el espectador se para y
se mueve dependiendo de lo que le haga sentir una obra.
Luego vemos tres lienzos dispuestos en la misma
plataforma, un óleo, un acrílico, con diferentes colores, con letras que
parecen decir “REAL”, algunas de ellas invertidas. Y el tercero sorprende más
que ninguno después de haber visto obras con materiales austeros y precarios,
ya que este lienzo está hecho con cristales de Swarovski. Sin embargo, es el
lienzo más difícil de ver, casi escondido, seguramente algunos espectadores no
han percibido su presencia. ¿Y este contraste de materiales a qué se debe? ¿Esencia
simbólica y espiritual frente a lo “REAL”?
Así pues, podemos ver la importancia del proyecto
expositivo para el artista, del recorrido, que forma parte de la obra misma, es
decir, el arte es al mismo tiempo la
obra y el lugar donde está colocada. No obstante, esto no quiere decir que
los objetos pierdan valor por sí mismos, al contrario, aquí hasta las propias
cartelas constituyen una pieza individual en la exposición y podemos
interactuar con ellas, hay que buscarlas, no están a simple vista. Y sin duda, para
Zobernig aquello que tiene mayor relevancia es el espectador, toda la
exposición está configurada para hacerle participar, quiere huir de
la alienación común de los visitantes, desea producir en ellos curiosidad y, al mismo tiempo,
proporcionarles una nueva experiencia y
percepción del espacio. Sin el
espectador y hasta que este no empiece a caminar la exposición no se activa.
Por Desirée Martínez
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