Heimo Zobernig. Del 9 noviembre de 2012 al 15 abril de 2013
Palacio de Velázquez, Parque del Retiro (organiza Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Kunsthaus Graz). Comisaría: Jürgen Bock
Palacio de Velázquez, Parque del Retiro (organiza Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y Kunsthaus Graz). Comisaría: Jürgen Bock
Heimo
Zobernig ocupa el espacio del Palacio de Velázquez en El Retiro con una
exposición que reúne algunas de sus piezas creadas entre los años 90 y la
actualidad.
Entre
ellas varias pinturas monocromas, esculturas, instalaciones y una proyección,
consiguiendo así crear un ambiente distinto, muy minimalista y jugando con la
riqueza-pobreza de los materiales.
Entre
las obras expuestas hay una clara preferencia por el soporte bidimensional a
través de una serie de pinturas en las que predomina el monocromo. En la
entrada de la exposición nos encontramos con dos grandes estructuras, una de
acero (cubo) y otra de madera con yute (prisma octagonal) a modo de grandes
espacios cerrados pero que permiten ver su interior, en una especie de
ejercicio de repensar los lugares y su dimensión interna; frente a estas se
disponen varias pinturas de un único color y con grafía sobre el lienzo: óleo y
acrílico de azul intenso con palabras como “Monochrome”, “Fuck painting
sculpture” o “Financial trans action tax”. La disposición de estas mismas
piezas resulta interesante al encontrarse sobre un fondo azul de papel, apenas
colocado o sugiriendo la sensación de estar a medio acabar. Esto mismo ocurre
con una pintura monocroma negra sobre una gran tela blanca que cae sobre la
pared. El artista juega con la disposición general del muro y su concepción
como cubo blanco a través de papel de color o con la tela blanca que cae. Aunque
a lo largo de toda la exposición es manifiesta la ausencia de imagen
figurativa, resultan visibles algunas ideas que Zobernig transmite a través de
las piezas: en estas tres el mensaje se traduce en una crítica al sistema del arte
y al funcionamiento de este que clasifica y pondera las obras según el valor
económico de sus materiales o el nombre del mismo artista.
En
el caso de las esculturas hay un predominio por el uso de materiales perecederos
como madera, cajas de embalaje o contrachapado. Zobernig utiliza el color y el
soporte como una herramienta de reflexión en todo el discurso expositivo: se
alternan piezas escultóricas de cartón con grandes pinturas de colores vivos y
con letras de gran tamaño.
Las
pequeñas piezas de cartón se disponen unas tras otras en un reducido espacio y
se muestran pintadas en alguna de las
caras o en todas, contrastando los colores negro-blanco o brillo-mate. La
presencia del artista, aunque se encuentre físicamente ausente, resulta
paradigmática en muchas de las obras, especialmente en uno de los lienzos en
blanco que se sitúa junto a estas esculturas; es una pintura vacía de figuración
pero cargada de significado, donde destaca la manipulación física de la misma,
la huella de la mano, la suciedad del traslado, la presencia de la ausencia.
La
plasticidad del medio no queda relegada a un segundo plano por el uso de elementos
como el cartón, sino que a través de este se consigue una gran visualidad y
movimiento, como la escultura con rollos de papel higiénico cuya combinación genera
una sinuosa estructura de gran amplitud espacial.
Esta
exposición convierte todo el recorrido en un paseo introspectivo, a modo de
sala de juegos en la que el visitante recorre distintas estancias; una de ellas
ocupada por una proyección estática de líneas de color que caen verticalmente
ocupando toda una pared. Otra gran sala se encuentra ocupada por dos espejos:
uno opaco, otro nítido; un juego de imágenes, poder ver y no ver correctamente.
Y tras esto una pequeña sala donde una instalación de piezas en vertical,
culminadas por un tablero circular, a modo de bosque escultórico, nos obliga a
movernos entre estas, rodeándonos los distintos colores de las obras.
Es
también constante el uso de las formas geométricas euclidianas en las piezas:
grandes cubos, semicírculos, circunferencias, prismas, cilindros… que no hacen
sino reforzar esa visualidad de lo minimal, especialmente en la escultura.
Grandes
composiciones que crean transiciones irreales, como una gran plataforma de
aglomerado que sustenta una mesa de madera y una escalera que no lleva a
ninguna parte.
Es
una invitación a la fantasía, a convertir al espectador en una parte integrante
de la muestra, capaz de crear su propia mitología de significados en torno a
las piezas.
La
exposición cuenta con un espacio central especialmente acondicionado con
cortinajes negros que alberga en su interior una serie de lienzos monocromos en
blanco y negro.
Son
estos dos colores reiterados, como una forma de reflejar lo aparentemente
difícil de combinar los opuestos; esta es una visión que se transmite en todo
el planteamiento expositivo: la idea de que lo precario, presente en casi todos
los materiales, es fácilmente salvable a través de un uso inteligente del color
y los medios plásticos, más allá de la riqueza o no del soporte.
No
son sin embargo obras tomadas a modo de readymades
sino que lo interesante de la creación estética de Zobernig es su capacidad de darles
un nuevo significado no tanto a las piezas en sí, como ocurría con el objeto
duchampiano, sino combinar materiales cotidianos para crear formas y
composiciones que generan nuevos conceptos estéticos más allá del soporte.
Podríamos calificarlo de un reciclaje de lo ordinario a través de lo artístico.
El
planteamiento del artista es también la ruptura disciplinar y jerárquica entre
los distintos soportes: escultura, pintura, instalación, proyección…se combinan
aquí sin medir diferencias, sin distinción en cuanto a materiales y
configuraciones formales, creando todos un conjunto estructurado y homogéneo que
reitera la idea de romper con lo elitista en el arte, especialmente lo que se
refiere a su creación, con materiales “pobres” sin renunciar a conseguir un
discurso teórico coherente y una organización expositiva pertinente. Frente a
una escultura tradicional en mármol, aquí es protagonista el cartón.
Zobernig
cuestiona en esta exposición la necesidad de pensar un diseño expositivo acorde
a unas determinadas obras y el valor que estas tienen por encima del soporte utilizado
en su creación. Sus piezas, dispuestas aquí como en un parque museológico,
consiguen crear un clima de comodidad visual en todo el recinto, precisamente por
lo minimalista de la disposición general de la muestra, la falta constante de una
figuración clara y el uso de lo precario como posicionamiento crítico.
Semíramis González.
Caracteres: 6300.
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